Humildes pasquines

Humildes pasquines

Humildes pasquines

Il·lustració: Toni Salvà.

Pasamos a diario delante de ellos y apenas los vemos. Farolas o señales de tráficos son estampadas de papelillos en el que los más humildes buscan trabajo. Suelen ser hojas de cuartilla blanca recortadas al final donde se escribe el número de teléfono. Parecen peines pero son oficinas de empleo volanderas, que esperan un gesto simple, que alguien agarre una de esas tiritas de la cuartilla y marque el número del sin empleo.

A medida que avanzan las crisis, las ciudades se vuelven a llenar de esos reclamos, urgencias de quien menos tiene. Este despiadado 2020 hay un atlas de desespero en cada poste, un relato de vida en cada uno de esos mensajes de farolas. Abundan los que se ofrecen como cuidadoras de personas mayores, niños, limpiadoras. Paseadores de perros. Sin excepción se presentan como “chicas responsables”.

Anunciarnos, publicitarnos, salir del anonimato, convertirnos en necesarios para el otro es uno de los objetivos de la publicidad que heredamos de los mercaderes egipcios que ya ofrecieron sus mercancías en mensajes de piedra, o los romanos que reservaban murales de sus vías para anunciar fiestas o como en Grecia, juegos olímpicos. De los rupestres petroglifos a los luminosos de ciudades como Tokio dista el parpadeo de esa geisha que el blade runner Dick apenas vislumbra en su llegada a la ciudad distópica de Los Ángeles que hoy parece más real que la ficción porque ya no sabemos si acabaremos siendo sustituidos por replicantes o lo somos ya.

Mientras tanto, me agarro a la farola para leer humildes SOS que son radiografías sociológicas de unos tiempos al que el calificativo difíciles me parece que se le queda corto. Hay de muchos tipos, la mayoría se han hecho gracias a las plantillas que se encuentran en internet, en páginas de anuncios que te enseñan el cose pega de tu pequeño pasquín, y siguen existiendo los vulnerables, los escritos a mano en un papel de cuartilla cuadriculado para no perder la comba en un renglón que se ha torcido como la vida. Son esos, los perentorios, los frágiles y humildes, los que contienen el gesto primitivo de la escritura los que me conmueven. Suelen comerse las ‘h’ o mudar las ‘b’ por las ‘v’. No me importa porque contienen el aliento de quien echa al mar su botella con un mensaje dentro. ¿Te vas a poner a corregir faltas de ortografía? ¡Anda ya!

En ese SOIB de calle hay verdaderos codazos de papeles, al primero en llegar se le sube otro y tapa mensaje y lo peor, número de teléfono. También hay quien los colorea o los tacha de cuajo. La publicidad saca colmillo porque hay que vender aunque muchas veces sea humo. Los reclamos de las farolas no venden humo, cuentan, entre líneas, tragedias. Por eso, un respeto ante los pasquines de los pobres, humildes pasquines. Gracias.

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *