Todo es posible

Todo es posible

Todo es posible

Il·lustració: Toni Salvà.

Una voz suave me despierta. “Adiós mamá, adéu”. Casi cada mañana, los días laborables, me acuna la despedida que el pequeño hace a la madre lanzándole desde el balcón todo el amor encerrado en esas tres palabras. Su ritual lo incorporo al mío. Me levanto y a hurtadillas descorro las cortinas para ver la escena. Dídac, que así se llama el niño, es el mismo que los primeros días del confinamiento hace ya tanto tiempo, me saludó de balcón a balcón con un hola que cambió a los vecinos de la calle. Su madre es médica, y tiene un tono de voz tan dulce como el hijo. Escucho su adéu que asciende hacia el balcón donde su hijo ya ha levantado el brazo y me emociona ese gesto que estrena el día. Todo es posible. 

En esa misma calle, pero ya de noche, escucho a unos chavales, no tendrán más de diecisiete años, gritar enojados “me cago en los italianos, maricones de mierda”. España ha perdido el partido frente a la selección italiana en el Mundial de fútbol que está llenando el bolsillo de los restauradores a la vez que propaga la nueva cepa del virus porque entre las exaltaciones patrias que siempre conllevan los mundiales no hay educación, ni mascarilla ni prudencia. La competición deportiva saca lo mejor y lo peor de las personas. Mi calle aglutina en el tránsito del día a la noche la oscilación en la que nos movemos. Del dulce adiós de mi vecino al insulto homófobo que retrata el fracaso de la sociedad. 

Hoy quería, sin embargo, otorgarme un brote verde, un poco de aliento, que Céfiro inflase las velas para perderme en un lienzo azul. De nuevo las coordenadas me desvían, y del mar al cielo. Leo que los multimillonarios Jeff Bezos, Richard Branson y Elon Musk se van de turismo al espacio. Los dos primeros se van a dar un bañito de adrenalina en un breve encuentro con el espacio suborbital mientras que el creador de Tesla arriesga más y su periplo será orbital, romperá la gravedad y se distanciará de la Tierra más de 500 kilómetros. Exhausta Gea del turismo de masas, vayamos a poner picas al espacio para convertirlo en un resort de indescriptibles sensaciones. A miles de euros cada “espectacular” que saldrá de la boca de los turistas millonarios a los que ya apenas nada les da placer en el ya conquistado Planeta. Pasarán los años, y veremos el boom del turismo de masas orbitando en la Galaxia. ¡Espectacular!

Mientras, desde aquí cerca pienso en ese niño que es todos los niños, en el mundo que les vamos a dejar, en el avance de la Inteligencia Artificial y cómo hay empresas que están creando códigos que van a marcar a las futuras generaciones. Lo que veremos, lo que leeremos, lo que escucharemos será el fruto de complejas operaciones que permitirán a los algoritmos determinar nuestra vida. Ya lo hacen. Mis conversaciones para resolver compras, gestiones, trámites empiezan y acaban con una voz creada por IA. La ingeniera Nuria Oliver no tiene dudas al respecto: “No vamos a poder sobrevivir como especie sin IA”, que es “la electricidad del siglo XXI” como describió elocuentemente Andrew NG. 

Esta misma semana en que Richard Branson se va de paseo al espacio, hemos sabido que China ha creado el computador cuántico más poderoso del mundo, adelantándose a los gigantes Google e IBM. ¡Ruge el tigre!, que por descontado también viaja al espacio.

Yo, por si acaso, me quedo en tierra y sujeto mi imaginación al carpe diem y en el aquí y el ahora quiero despertarme con más voces melodiosas como la de mi vecino Dídac que cada mañana despide a su madre dulcemente. Mi viaje cuesta poco, conlleva el riesgo de vivir, un oficio que no tiene precio porque lo vale todo. Pura economía. 

P.S. Te invito a colocarte los cascos y con un clic escuchar Teach your children, de  Crosby, Stills,

Nash compuso esta canción tras ver una fotografía de Diane Arbus en la que un niño con cara enfermiza lleva en sus manos una granada como si fuera un juguete. La canción es un alegato contra la guerra, a favor del pacifismo. No la escribió un algoritmo. 

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