Limitar o no limitar, ¡esta es la cuestión!

Foto: La Vanguardia

Jaume Garau

 

El crecimiento turístico y poblacional en Mallorca ha sido posible por el crecimiento continuo de la capacidad aeroportuaria de la isla. En los años 1950, los primeros turistas que venían a Mallorca aterrizaban en el aeropuerto de Son Bonet. Cuando este no dio abasto por el aumento de la demanda y las características de la navegación, el aeropuerto de Son Sant Joan, que hasta ese momento había sido mayoritariamente militar, se puso en marcha en 1960 para vuelos civiles nacionales e internacionales. En el año 1962 ya superó el millón de pasajeros. Después se realizó la segunda pista para llegar a los 10 millones de pasajeros en el año 1986. El constante crecimiento de la demanda y del negocio llevó a la construcción de un nuevo edificio inaugurado en 1997. Veinte años después, ya con 26 millones de pasajeros, aparecía en 2016 un manifiesto titulado “Sin límites no hay futuro” firmado por 5.000 personas y 135 entidades mallorquinas.


Desde el manifiesto han pasado seis años y una pandemia de por medio que redujo el número de pasajeros a 6.108.514. Pasada la pandemia volvemos a un crecimiento que este año rondará seguramente los 30 millones de pasajeros. Mientras tanto, la tesis del manifiesto sigue más vigente que nunca y se está aplicando, aunque de una manera focal, parcial y dispersa. Veamos algunos ejemplos de nuestra comunidad.


La Federación de AAVV de Palma consiguió llevar al pleno del Ayuntamiento dos propuestas que fueron aprobadas: la moratoria de construir más hoteles en el centro histórico y la limitación absoluta del alquiler vacacional en viviendas plurifamiliares. 


En Formentera, se limitó el número de coches hace tres años y durante este verano el tope de coches será de 19.696 vehículos, un 12% inferior que el de tres años atrás. El Consell de Eivissa ya tiene un primer borrador de propuesta legislativa para limitar la entrada de vehículos y este verano el Consell de Menorca ha anunciado su intención de hacer lo mismo.


Por otra parte, la nueva ley de turismo, aprobada hace pocas semanas con el voto del sector hotelero y una mayoría de partidos, establece una limitación de plazas hoteleras y un posible ligero descenso de plazas turísticas.


Tras cinco años de debate impulsado por la sociedad civil con una propuesta de un megacrucero al día como máximo, se ha llegado a un acuerdo “de palabra” entre las navieras y el Govern Balear de limitar el número de cruceros a un máximo de tres al día y 56.000 cruceristas a la semana, un número todavía demasiado alto.


Después de las lecciones de nuestra ya larga historia de turismo y ver lo que hacen otros destinos importantes como Barcelona, Venecia, Ámsterdam y otras, hemos aprendido que si no se ponen límites cuando la realidad nos desborda, el resultado es negativo para todos; que poner límites puede ser más rentable a la larga que no ponerlos. Pero la manera en como se está haciendo actualmente genera molestias a residentes y turistas y aumenta los costes. La buena alternativa es consensuar unos límites en el aeropuerto de Palma, como ha hecho recientemente el aeropuerto de Heathrow.


No poner límites ya sabemos qué supone. El aeropuerto hará todo lo imposible para aumentar su negocio porque su mentalidad es de empresa privada. Los actores económicos que necesitan gran volumen de turismo de verano harán todo lo posible para que el número de visitantes siga aumentando. El sector turístico seguirá creciendo a costa de los otros sectores. La vulnerabilidad a las crisis internacionales aumentará. La masificación crecerá y bajará la calidad de vida para la mayoría de la población. Los impactos de la emergencia climática aumentarán. No habrá futuro digno para las próximas generaciones.

 

*Article publicat a Última Hora el 26/08/2022.

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