“Menos aviones, más vida”

“Menos aviones, más vida”

“Menos aviones, más vida”

Il·lustració: Toni Salvá.

La semana pasada, miles de ciudadanos en Barcelona, Madrid y Palma se juntaron para corear un lema que no todos entienden, les provoca risa a muchos: “Menos aviones, más vida”. La protesta viene motivada por los planes expansionistas de Aena, sociedad semiprivada ya que tiene participación del Estado, no lo perdamos de vista. Los planes del Gobierno no son otros que ampliar los tres aeropuertos con mayor tráfico del Estado español: el Prat, Adolfo Suárez-Barajas y Son Sant Joan. Aire a las alarmas del cambio climático. A volar pajaritos hasta que el sofocante calor que se nos viene encima nos funda como ese helado de franquicia que ha cambiado el olor de las ciudades.

En el primer verano de la pandemia, tras los meses de confinamiento, sin vacunas aprobadas, nos quedamos quietos y nos lanzamos al turismo de interior. Hubo mucha satisfacción porque “hemos recuperado la Mallorca de nuestra infancia”. A nuestro lado, los trabajadores del sector dependiente de la industria turística se comían las uñas, y se salvaban gracias a los Ertes. El cielo era azul, no silbaba el pitido mecánico de los aterrizajes y despegues de los aviones. La bahía de Palma recuperaba cierto parecido a lo que fue y se podían ver recortadas las siluetas de sus edificios como un cuadro de Antoni Gelabert. Vivimos un verano de contrastes, aliviados los unos, desesperados los otros. No puedo olvidar la perorata de un amigo cuando con gestualidad teatral me decía: “Cada vez que veo un avión, me pongo de rodillas y doy gracias”. Su genuflexión la remató con el golpe de realidad: “Vivimos del turismo”. 

Llevo décadas escuchando lo mismo y viendo y sufriendo como de año en año las consecuencias del ‘vivimos del turismo’ se están traduciendo en masificación, precariedad en los salarios, contaminación, saturación, gentrificación, suciedad, ruido. Entonces me pregunto, quizá ingenuamente, ¿a qué le llaman vivir los que solo saben decir ‘vivimos del turismo’? 

Después llegan los de boca fina y pedrería descubriendo las bondades del turismo de calidad, sí, ese que este año en Mallorca nos ha dejado un saldo de miles de vuelos en avionetas particulares, y el humo de los ricos también contamina. Como contamina el humo de sus motoras, de sus yates de esloras inabarcables y, lo que a mi juicio, es peor, son la pieza clave o el golpe de gracia a una Mallorca, rendida años atrás al mejor postor. Claro que vivimos del turismo. Por eso Aena y el Gobierno, quieren ampliar los aeropuertos. Por el momento, se ha paralizado el plan en el Prat pero hay lógicas suspicacias. Aquí solo Més per Mallorca rechaza el plan de ampliar Son Sant Joan.

Esta semana miraba el cielo y el avistamiento de aviones se volvió entretenimiento. Los imaginaba cargados de los amados turistas de septiembre, un tipo de turismo familiar, de niño y cochecito, de pañal y flotador, dejando en el asiento del avión de un vuelo low cost las angustias del Brexit, del virus, del aislamiento en la cuenca del Rhur o de las industriales urbes inglesas para sumergirse en ese Mediterráneo, el mismo que sirve de lecho mortuorio a los miles sin nada en los bolsillos que llegan en patera. En la línea del horizonte, un precioso velero izaba las velas rumbo a Cabrera y no muy lejos, unas motos naúticas hacian cabriolas de testosterona frente la mirada de ¿quién? ¿de los que vivimos del turismo?

He escuchado a Marina Garcés en la manifestación contra la ampliación del Prat de Barcelona. Qué tino elegir a una filósofa para dar voz a quien pide ‘Menos aviones más vida’. Rescato algunas palabras por si a alguien le da por recapacitar y darle la vuelta al calcetín.

“Nuestro no es un ‘basta’ porque tenemos ideas, ganas y mala leche como para decir basta de tomarnos el pelo en nombre del interés común, basta de capitalismo vestido de verde”.

“Es una guerra entre clases sociales y sus intereses”.

El plan de Aena para “aumentar la plataforma de aparcamiento”, eufemismo de ampliación, va de “adecuar la terminal” para recibir a 29 millones de pasajeros por año. Para ello, se cargan la laguna de la Ricarda, un espacio protegido y cuya afectación por los planes del Gobierno y Aena de ampliar una de las pistas del aeropuerto sería “irreparable”, constatan el biólogo Joan Pino y el catedrático en Ecología Narcís Prat. Nada, unos científicos chiflados, qué saben ellos de la realidad de los números. ¡Vivimos del turismo! ¿Cuánto tiempo y en qué condiciones?

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