En las lindes del miedo

En las lindes del miedo

Ilustración: Toni Salvà.

Esta semana muchos de nosotros hemos leído una noticia que contaba cómo los vecinos de una finca empezaron a tapiar la entrada de una antigua sucursal bancaria, cerrada a cal y canto desde hace tiempo, porque se sentían ¿cómo decirlo?, incómodos, molestos, temerosos ante la presencia de dos personas que no tienen más casa que la calle. Empezaron a levantar una empalizada para cerrarles el paso. ¿Cómo se les queda el cuerpo? A mí muy mal.

En otra oficina bancaria clausurada hace años y en la que tras un persistente abandono se estableció un bar de copas con los cristales opacos, y que cerró poco antes del confinamiento, se ha instalado otro sin techo. Ha colocado su camastro y de cabecero, una vieja nevera. Ese local que fue caja de ahorros, abierta en los años de la burbuja inmobiliaria, esa que explotó con funestas consecuencias ante la perversión de la crisis financiera, que dejó en la calle a miles de personas que no pudieron pagar esas hipotecas a bajo interés, y que seguro firmaron en una oficina como la que ahora está cerrada, es el hogar de este pobre hombre.

Resulta significativo, incluso simbólico, que en los contenedores del poder económico, se acaben instalando los pobres del mundo, una metáfora más de los vaivenes de la vida.

Todos, y digo todos, recelamos de éstos ¿cómo llamarlos?, ¿incómodos vecinos?, porque en cada bolsa de plástico que arrastran sospechamos que dentro hay un sueño. Como el de todos: ser medianamente felices. Nos perturba porque no lo han conseguido. Nos hace sentirnos culpables, de alguna manera. La pobreza es un fallo de la humanidad.

¡Qué frágil es ese hilo que nos sostiene hasta que un día unos caen al vacío! En la sospecha de que puede pasarnos, en el temor de no querer tener de vecinos ese rostro del fracaso de un sistema global, algunos se convierten en paletas y empiezan a tapiarles la entrada de las ‘casas’ a los miserables. Sabemos demasiado de esos muros del terror, del miedo, conocemos bien las consecuencias de esas lindes del odio como para no levantarnos y decirles a quien las quiera levantar que así no, que así no se hacen las cosas, así no construimos ciudad.

Esta misma semana han premiado a Reinhard Genzel, Andrea Gehl y Roger Penrose con el Nobel de Física por sus hallazgos sobre “los secretos más oscuros del Universo”. El mismo día compartí esas dos noticias, esa lectura de lo local a lo universal, de lo pequeño a lo trascendental y concluí que además de una vacuna óptima y democrática y un tratamiento contra el coronavirus, necesitamos encontrar la llave que neutralice lo más oscuro de nuestros agujeros negros. Pero antes bajemos a la tierra y exijamos a quienes deben hacerlo que resuelvan ya el problema de la vivienda social. Nadie dijo que será fácil, pero les votamos para ello.

2 thoughts on “En las lindes del miedo”

  1. Pilar marin dice:

    Excelente descripción y cruce entre lo infinito y lo cercano ….necesitamos estas reflexiones

    1. Lourdes Durán dice:

      Gracias Pilar por tus palabras y tus reflexiones. Entre lo infinito y lo cercano media una coma…

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