La ciudad durante el franquismo: de 1936 a 1975
Palma justo antes de la muerte de Franco

Palma justo antes de la muerte de Franco

Palma justo antes de la muerte de Franco

Para los ciudadanos de Palma que vivieron la guerra y la posguerra, la situación que vivía la ciudad el 1975 era impensable. Después de 35 años, los jóvenes de Palma que habían vivido la posguerra tenían entre 60 y 70 años. De la pesadilla habían pasado a una situación económica esperanzadora a causa del fenómeno del turismo; igual que en el ámbito político, dada la grave dolencia y posterior muerte del dictador. Los hijos de los hombres y mujeres que habían sufrido la guerra civil ahora tenían entre 20 y 30 años y estaban volcados en cambiar las cosas. Aunque no había acabado la dictadura, se veía venir su final. Lluís Llach el 1970 en el Auditorium recientemente inaugurado, cantaba: “Quiero aquel barco que, seguro y valiente, rompe las tormentas y se va al poniente y no tiene miedo a los anocheceres ni al relámpago al rojo vivo. Así será el tuyo, así será el mío.”.

El golpe de estado de julio del 36 quedaría como una gran herida, mal cerrada todavía hoy, que revive cuando la tocan mal. Lo sabríamos más adelante cuando las libertades fueron más sólidas. Ahora, antes de la transición política, todo el mundo quería mirar al futuro. El régimen del terror no se olvidaba pero, para aquellos que no estaban en la prisión o no habían sufrido directamente los golpes del régimen dictatorial, se dejaba dentro del cajón de una memoria semi destruida. Los vencidos de la guerra del 36 se estaban recuperando y tenían optimismo pensando que las libertades políticas podían ser recuperadas y así poder hacer un país mejor. En nuestra tierra hubo algunos actos esperanzadores a la hora de recuperar la dignidad de nuestra lengua y cultura con el reconocimiento de D. Francesc de B. Moll, que sería nombrado en 1975 Doctor honoris causa por la Universitat de Barcelona.

Pero los vencedores continuaban dominando las instituciones, aunque ya veían como su mundo se acababa y temían que la conquista de las libertades que vendería se los pidiera cuentas. El 23 de noviembre de 1974 el Delegado Sindical, Francisco Payá Agustí, pidió al alcalde de Palma, Javier de la Rosa, que el edificio de la Casa del Pueblo se derrocara porque estaba en malas condiciones, lo que resultaba del todo inexacto como demuestra la fotografía del edificio por aquellos años.

Fotografía de la fachada de la calle Reina María Cristina poco antes de su demolición. Colección Can Verga.

No habían pasado ni dos meses, el 9 de enero de 1975, cincuenta y un años después de su inauguración, se demolió la Casa del Pueblo que March había donado a la Federación de Sociedades Obreras de Palma para hacer acciones sindicales y culturales. Se había demolido como política de “tierra quemada”, seguramente para prevenir un retorno del edificio al movimiento obrero libre.

La ciudad había crecido mucho durante estos cuarenta años, como también lo habían hecho las ciudades españolas dinámicas y costeras. La ciudad antigua se había abandonado bastante pero también se habían hecho algunas intervenciones importantes como la de Jaime III o la protección de las murallas. La lucha por el Parque del Mar vería sus frutos más adelante, pero la manifestación, para la cual varias entidades sociales habían pedido permiso, fue denegada por el Gobernador Civil. Era el verano del 1975, siendo también alcalde Javier de la Rosa. Esto demostraba que la ciudad estaba viva y que había personas como Antoni Tarabini que se arriesgaban por el bien común pagando con la prisión. También él, más tarde, recogería los frutos de una vida dedicada a mejorar su ciudad.

Otra muestra del abandono de la ciudad antigua y de las reformas que había propuesto Alomar en 40, era la degradación de los barrios más antiguos y populares como el del Puig de Sant Pere. El 18 de julio de 1975 se derribaron dos edificios de la calle de la Pólvora y murieron una mujer y tres niñas. De la Rosa tuvo que encarar el problema para eliminar 37 viviendas ruinosas, buscar alternativa en sus habitantes y poner en marcha un proceso de rehabilitación del barrio. Este proceso no se iniciaría hasta mucho más tarde con el primer Ayuntamiento democrático, siendo alcalde Ramon Aguiló.

Las ideas de reforma interior de Alomar se fueron mejorando, estancando o pervirtiendo, como la de la Plaza Mayor, donde la especulación económica hizo brotar un aparcamiento subterráneo destrozando la plaza que teníamos y que era un lugar de encuentro querido por los ciudadanos. Por otro lado, si bien hay que decir que el barrio de Jaime III se había consolidado y era también un lugar ciudadano querido, la Riera continuaba abandonada por sus propietarios: el Ministerio del Ejército.

Desde el Big bang turístico crecieron las barriadas de una manera fea y desordenada, para dar cabida a los miles de inmigrantes españoles que se necesitaban como mano de obra para la hostelería y la construcción, así como lo hacían a S’Arenal con docenas de nuevos edificios de muchos pisos, mezclando uso residencial con uso turístico. Todo esto a pesar de haberse aprobado el Plan Ribas Piera en 1973, lo que demostraba las carencias de una planificación autocrática lejos de los consensos ciudadanos. El plan aprobado estimuló todavía más el crecimiento fuera de cintura y las barriadas sin servicios irían creciendo, el coche sería necesario para ir a cualquier lugar, especialmente en el Polígono Son Castelló que se había creado el 1967 pero que ahora estaba en pleno desarrollo.

El crecimiento turístico excesivo y las críticas que se recibían de clientes y de agencias en determinadas zonas provocó un decreto de Madrid. El Fomento de Turismo lo entendió como que se tenían que declarar zonas saturadas aquellas donde no cabían más plazas a causa de la carencia de infraestructuras que garantizaran un nivel de calidad ambiental en relación al agua potable, gestión de aguas grises, electricidad, accesos, aparcamiento y tratamiento de residuos. El mismo jefe del Grupo Melià, el valenciano José Melià, impulsor de los viajes de boda en Mallorca, estaba convencido de que se tenía que cambiar de estrategia y cuando le decían que “cuántos más turistas mejor” contestaba que sí pero de un determinado nivel económico y social (pág. 275 del libro “La invasión pacífica”).

Aun así, el futuro de la masificación turística estaba asegurado. Las dos grandes infraestructuras, puerto y aeropuerto, seguían creciendo. A finales de 1970 se iniciaron las obras de la segunda pista y acondicionamientos diversos para aeronaves de 450 toneladas, una decisión estratégica clave para el futuro de la ciudad y de toda Mallorca. Otra decisión estratégica de aquellos años se tomaría en el Puerto de Palma cargándose el Paseo de la Riba, tan querido por los ciudadanos, para ampliar la capacidad de carga y descarga de mercancías. El Paseo de la Riba se trasladó “” al Dique del Oeste, pero hace unos años también se cerró al público. Esta transformación del Puerto creó una gran afluencia de tráfico y el Paseo Marítimo murió como paseo y se convirtió en autovía. El paseo había durado 10 años.

En los años 70, a pesar de que se hicieron muchos desastres arquitectónicos, algunas cosas se hicieron bien, como la Cámara de Comercio a la calle Estudi General, edificio nuevo pero muy encajado en el barrio de la Seu, obra de Pere Garau en 1971. También un edificio público, el instituto Antoni Maura, obra de Antoni Alomar en 1974. Los dos arquitectos eran hijos de personas que, como hemos contado en otros capítulos, habían hecho mucho por Ciutat. Otro edificio relevante es el del Instituto Oceanográfico, obra de Vicenç Roig el 1973, que se pone siempre como ejemplo de buena arquitectura contemporánea. Las tres obras mencionadas se explican a la importante guía de arquitectura del Colegio de Arquitectos de Baleares. Otras tres grandes casas (Can Olesa, Can Catllar y Can Vivot), eran declaradas Monumentos Nacionales.

En cuanto a la crisis de la industria turística iniciada en 1973, continuaba la bajada de turistas y Mallorca perdería 400.000 clientes de 1973 hasta 1978. También bajaba la construcción y aumentaba considerablemente el paro. El salario mínimo era de 180 pesetas al día. Una dinámica que devolvería en cada crisis turística, como tendremos ocasión de ver en años posteriores. Esta situación de crisis fomentó los inicios del asociacionismo obrero democrático en nuestras islas a pesar de la existencia del sindicato vertical, lo cual originó la creación de “comisiones obreras” y las primeras detenciones policiales de sindicalistas y abogados laboralistas.

A pesar de la crisis, la vida nocturna de Palma seguía vibrando en la Plaza Gomila. En 1973, Marlene Dietrich actuaba a Tito’s y, para animar la industria turística, el Auditorium celebraba en 1975 el nuevo Musical Mallorca, financiado por RTVE, en un intento de hacer revivir el Festival Internacional de la Canción que había desaparecido unos años antes. Aun así, la cosa iba de capa caída. El 1975, la mítica discoteca Sgt. Peppers, donde había actuado Jimmy Hendrix unos años antes, se vendió a Bartomeu Cursach, del que también tendremos que hablar más adelante.

La vida literaria y cultural en Palma continuaba intensa. En 1970 se inauguraba la biblioteca de la Fundación March Servera, una herramienta clave para la investigación sobre Ciutat y consultada muchas veces para hacer esta Biografía. Robert Graves presentaba en la librería Tous su novela “Adiós a todo eso”. Calders exponía sus esculturas a la Pelaires. En 1973, Llorenç Villalonga publicaba su novela “Andrea Victrix” y en 1974 le concedieron el Premio Josep Pla, como a Baltasar Porcel que lo había ganado el 1970 con la emblemática novela “Difuntos bajo los almendros en flor”. Nuestra lengua seguía dando sus tímidos frutos y, de una manera un tanto sorprendente, en mayo del 1975 el Consejo de Ministros aprobó que el mallorquín fuese enseñado en EGB.

Portada del disco de Maria del Mar Bonet
publicado en 1974, obra de Joan Miró.

Las mujeres seguían conquistando espacios de protagonismo y de lucha, como Maria de Mar Bonet que actuaba el 1972 en el Auditorium con la presencia de Joan Miró, que se ofreció a hacerle la portada del próximo disco. Este sale en 1974 con poemas de Rosselló-Pòrcel y la presentación de Salvador Espriu. La conexión Palma-Barcelona volvía a generar iniciativas excepcionales.

En 1974, Miró exponía en la galería 4 Gats, galería abierta en 1973 por Ferran Cano, nieto de Emili Darder. Un ciclo histórico había acabado después de 35 años de sufrimientos, luchas y transformaciones que habían hecho de Palma -otra vez- una ciudad excepcional… a pesar de la dictadura franquista.

En la cuarta y última parte de la Biografía de Palma nos adentraremos en el emocionante periodo de la transición democrática y, después, en la etapa del primer largo gobierno democrático de izquierdas en la ciudad. Veremos como todo cambiará hacia una ciudad más especuladora y más turística, hasta llegar a la situación actual donde la zona histórica está a punto de morir de éxito turístico, mientras en muchas barriadas crece la desigualdad y la anomia social.

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Revisat per

Catalina Moragues Vidal

Jurista. Se licenció en derecho por la Universitat de Barcelona. Durante su etapa universitaria, se afilió al Partido Comunista. Trabajó como abogada en el primer despacho laboralista de las Islas Baleares, así como en Comisiones Obreras. En 1979, en las primeras elecciones democráticas municipales, fue Regidora de Circulación y Transportes, hasta su dimisión en 1981. Fue jueza hasta que se jubiló en 2018.

Fonts consultades:

Referencias bibliográficas:

  • Fontela J.M. i altres. Palma Arquitecture Guide. Col.legi Oficial d’Arquitectura de les Illes Balears. COAB. 1999
  • Company, Arnau i Del Hoyo, Xavier. Palma 1936-83. Institut d’Estudis Baleàrics.
  • Sans, Georgina. Ferran Cano. L’art com a resposta a la vida. Editor Lleonard Muntaner. 2014.
  • Sasha D. Pack. La invasión pacífica. Los turistas y la españa de Franco. Turner. 2006.

 

Referencias web:

Imagen de cabecera: Ferran Cano (con jersey de rayas) y Joan Miró. Archivo Cano.ç