La ciudad moderna: de 1900 a 1936
La mujer y el trabajo en la ciudad de los años 20

La mujer y el trabajo en la ciudad de los años 20

La mujer y el trabajo en la ciudad de los años 20

A día de hoy, estamos en condiciones de afirmar que las mujeres de Palma aportaban, con su trabajo, una parte considerable del producto económico de la ciudad. Además de dedicarse al trabajo productivo, ellas se encargaban también de todo el trabajo reproductivo, es decir, se ocupaban de las labores del hogar, de atender las necesidades de sus maridos y de cuidar a sus hijos. Así lo dictaminaba la rígida moral de aquel entonces. El trabajo productivo y reproductivo, la tradición, el machismo, la religión, los maltratos físicos y psicológicos… Marcaban a sangre y fuego la vida cotidiana de las mujeres desde su más tierna infancia, como ha demostrado Joana Maria Escartín. Esta investigadora ha propuesto un modelo para poder calcular la cuota femenina de la riqueza generada en Palma. Este porcentaje no debería ser menospreciable. Los datos extraídos de las estadísticas oficiales son definitivos. Pero, naturalmente, no hay fuentes que recojan las importantes actividades irregulares o sumergidas de las féminas. Las mujeres de Palma se ocuparon, desde siempre, en todos los sectores productivos: el agrario, el industrial o manufacturero y el de servicios. Eso sí, siempre con salarios muy inferiores a los de los hombres, hecho que aún hoy no ha cambiado demasiado. Para que se comprenda mejor este fenómeno: las mujeres cobraban la mitad del salario masculino. Y los niños cobraban la mitad del sueldo femenino.

En el campo, desarrollaban su trabajo en los huertos, pero también trabajan en las posesiones cercanas a Palma, muchas de ellas todavía productivas en el siglo XX. Su trabajo comenzaba antes de salir el sol y acababa cuando habían finalizado las labores de la unidad familiar y se podían ir a dormir. Cuidaban de la casa, de los hijos, del marido y también de sus padres o suegros. Todo sin descanso, con labores muy pesadas. Prácticamente un 30% de las personas que trabajaban en las zonas rurales de Palma eran mujeres. Y no debemos olvidar que cuando llegaban a casa remendaban la ropa que se había rasgado, confeccionaban las cestas de palma o de fibras vegetales, tejían, cosían, hacían jabón, queso… Trabajos que hacían cuando llovía o cuando anochecía, tras estar ya agotadas de su trabajo en el campo: en esos momentos empezaba otra jornada para las mujeres. Las niñas pequeñas no quedaban exentas de trabajar. Se encargaban de cuidar de los animales (gallinas, conejos o cerdos) así como de ir a los pozos para proveer de agua a la familia. Una clara explotación infantil, pensaríamos ahora. Pero antes, todos los miembros de la familia tenían que contribuir al sustento de la unidad familiar: pequeños, adultos y viejos. Era lo habitual y nadie se planteaba que pudiese ser de otra manera.

El trabajo de la mujer como obrera de fábrica creció exponencialmente a finales del siglo XIX y principios del XX. Fue cuando la industria irrumpió con fuerza y majestuosidad en el paisaje urbano. Las mujeres se adaptaron bien a las actividades fabriles, a pesar de la nula higiene, los maltratos, los acosos, la suciedad, el aire viciado, la toxicidad de los productos y la peligrosidad en el uso de las máquinas y herramientas de los establecimientos industriales. Inconvenientes estos que eran comunes en todos los edificios fabriles. La coexistencia de talleres domiciliarios y de fábricas no generaba problemas, todo al contrario. Encontramos a la mujer trabajando en talleres de zapatos, sastrerías, herrerías, y también como jornaleras en fábricas textiles o de zapatos. Las mujeres tenían una experiencia acumulada históricamente que no se podía infravalorar. Sabían coses, confeccionaban telas, manejaban teleros, eran reparadoras de calzado… Y tenían las manos pequeñas y diestras, mucho más que las de los hombres. Todo esto era muy apreciado por los propietarios de fábricas y talleres. En el sector industrial, la presencia de la mujer en Palma se situaba en torno al 20%, siempre según las estadísticas oficiales. Muchas de ellas no contaban como jornaleras.

La mujer como trabajadora fabril se convirtió en un problema social. Era la primera vez que las mujeres adultas, jóvenes y niñas salían de casa masivamente. Eso significó la contribución al sustento de la familia y el cuestionamiento de la masculinidad del cabeza de familia, bautizado por los anglosajones como “breadwinners” (literalmente, los ganadores del pan). Los auténticos sustentos de la familia, las mujeres, habían dejado de trabajar en casa.

En el sector terciario encontramos a las mujeres trabajando, en primer lugar, en el servicio doméstico, básicamente como criadas (criadas y nodrizas representaban el 66% del terciario). Después se localizaban en los servicios religiosos (conventos, iglesias e instituciones sociales y sanitarias). Y finalmente, en la enseñanza.

La importancia del servicio doméstico tiene mucho que ver con el desarrollo económico de Palma, fenómeno que contribuyó a la emigración femenina hacia la capital desde el resto de la isla. En este sentido, y según las investigaciones de Carmen Sarasúa, Palma era una de las ciudades españolas con una tasa de feminidad más alta debido a este desplazamiento desde los pueblos a la ciudad. Eran los padres quienes negociaban la colocación de sus hijas en casas de Palma. La mayor parte eran niñas de 10, 11, 12, 13 y 14 años de edad. Las señoras no las querían más mayores, así podían modelarlas a su gusto. A menudo, los padres las dejaban entre desconocidos a cambio de comida y una cama para dormir en un rincón de la casa. Las niñas llegaban con una bolsa de ropa y los padres las abandonaban, literalmente, a cambio de nada. En ocasiones no las volverían a ver. Las niñas quedaban desconsoladas, temerosas, desoladas.

Es fácil imaginar que la mayor parte de la sociedad de aquel tiempo, incluidas también las mujeres, estaba atrasada, era ignorante y muy fanática desde el punto de vista religioso, y no estaba de acuerdo en que la mujer se incorporara a los trabajos que eran considerados, habitualmente, trabajos de hombres, ya fuese en el comercio, la artesanía o la industria. Argumentos de todo tipo (físicos, morales, sexuales, religiosos, etc.) se esgrimían para ir en contra del que era ya un proceso más que generalizado en toda Europa.

Las palabras del abogado y político liberal Alexandre Rosselló, de 1904, nos ayudan a atisbar la realidad de las mujeres en nuestro país: “En España, vive la mujer en un triste desamparo, porque a vueltas del lirismo que las consagramos al apellidarla ángel del hogar, encanto y sostén de la familia, en realidad la abandonamos en absoluto a todas las miserias y a todas las necesidades de la vida, que para ella es mucho más cruel que para el hombre”. Hoy día es imperioso reivindicar y estudiar, en palabras de Julián Casanova, este «terreno ignorado», la «common people» de la historia. Y el hecho que ser mujer significaba estar integrada en las capas más profundas de este terreno ignorado.

Llemos horrorizados las palabras, publicadas en 1880, de Guillermo Janer. Pensaba que a la mujer mallorquina «hay que educarla, elevarla a su propia y providencial esfera para que pueda ser eficaz y felizmente corresponder a su regeneradora tarea». Palabras vacías de contenido que tienen la pretensión de que la mujer retorno a donde jamás debería haber salido: su hogar. Pero Janer insiste: la casa familiar es considerada el reino de la muner, el lugar donde encuentra su verdadera vocación y dónde desarrolla su personalidad”. En definitiva, el hogar para la mujer y la mujer para el hogar. Y esta debe ser su mayor preocupación, por encima de cualquier interés personal que debe dejar al margen. La diversión, la coquetería, el deseo o la belleza física, son enemigos de la mujer y dañan a su familia y a su marido. Leed estas palabras sin perder desfallecer: «Ser vencidos por una mujer de mérito es un triunfo. Ser vencidos por una estúpida, es una derrota». Y no se cansaban de decir estas cosas, sin darse cuenta que los verdaderos estúpidos eran ellos.

De cualquier manera, la realidad se impuso a las fantasiosas elucubraciones que, además, eran abundantísimas. Las necesidades económicas de las familias impulsaron cada vez con más ímpetu a las mujeres a salir de casa y trabajar de vendedoras de pescado en las calles, “pescado fresco y que no salta”, decían, y de obreras industriales, y las calles de Palma se llenaban de gom a gom de mujeres “a toque de pito” que activaban los encargados de las fábricas en señal de inicio de la extenuante jornada laboral.

Esta frase final no deja lugar a dudas. Se debe tener muy claro que la mujer siempre ha trabajado. Siempre. En el hogar, en la unidad productiva familiar y en las fábricas más modernas y mecanizadas. La mujer siempre ha contribuido al mantenimiento de su familia.[:]

Revisat per

Joana Maria Escartín

Revisa el texto Joana Maria Escartín. Doctora en Historia Económica. Profesora Titular de Universidad de Historia e Instituciones económicas en la UIB (1996-2010). Ha investigado y publicado numerosos artículos y libros en torno al desarrollo económico, la mujer en el mercado de trabajo, procesos de emigración, condiciones de vida e historia industrial (siglos XIX y XX). Es Premio Ciudad de Palma de Investigación 1992.

Nota importante: el autor del texto es el colectivo “Palma XXI”. La persona que hace la revisión no tiene por qué coincidir totalmente con las ideas que exprese el autor.

Fonts consultades:

Referencias bibliográficas:

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ESCARTÍN BISBAL Joana Maria. El quefer ocult. El mercat de treball de la dona a la Mallorca contemporània (1870-1940). Edicions Documenta Balear. 2001

ESCARTÍN BISBAL, Joana Maria (2000): La Ciutat amuntegada. Indústria del calçat, desenvolupament urbà i condicions de vida de la classe treballadora a la Palma contemporània, 1840-1940, Documenta Balear edicions, Palma.

GELABERT CANO, Antonio (1883): Memoria de las clases obreras, Imprenta de Juan Colomar.

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GENOVARD, Bàrbara (1989): Tall de Dones, Institut d’Estudis Baleàrics, Palma, en concret, pp. 106-118.

MANERA, Carles: Las islas del calzado: historia económica del sector en Baleares (1200-2000)
Pascual, Aina; Llabrés, Jaume (coord.). Dones a les Illes: treball, esplai i ensenyament. (1895-1945). Palma: Impremta Politècnica. (1997)

SARASÚA, Carmen (1994): Criados, nodrizas y amos. El servicio doméstico en la formación del mercado de trabajo madrileño, 1758-1868, Editorial Siglo XXI, Madrid.

 

Referencias en páginas web:

Roig Mª Antonia. Anàlisi d’un fracàs: l’Institut d’Estudis Superiors per a la Dona. UIB.

http://www.raco.cat/index.php/EducacioHistoria/article/view/223024.

Miquel Porcel el pedagog que fa un viatge a Europa a 1890.
http://www.mecd.gob.es/dctm/revista-de-educacion/doi/361144.pdf?documentId=0901e72b811d3cf0

Treball de la Dona
https://books.google.es/books?id=nXK5OKjQQaIC&pg=PA47&lpg=PA47&dq=el+trabajo+de+la+mujer+en+Palma+de+Mallorca+en+el+siglo

Escola Infantil Paula Torres, Carrer d’Amer 53.
http://ibdigital.uib.cat/greenstone/collect/premsaForanaMallorca/index/assoc/Miramar_/1991_mes.dir/Miramar_1991_mes01_02_03_n0006.pdf

María Mut i Mandilego.
https://ca.wikipedia.org/wiki/Maria_Mut_Mandilego

 

Imagen de cabecera:

«Obreras mallorquinas tejiendo tapiz de nudo hecho a mano en la fábrica que los Hermanos Hernández poseen en Palma de Mallorca». Fuente: Arxiu del So i de la Imatge.