La ciudad durante el franquismo: de 1936 a 1975
Palma quiere hacer vida normal

Palma quiere hacer vida normal

Palma quiere hacer vida normal

“La vida de las ciudades se estaba trasformando a gran velocidad, una nueva sociedad urbana más dinámica y pujante hacía acto de presencia y cambiaba las pautas culturales, los estilos de vida y las costumbres. En los años veinte la irrupción de la modernidad, de la mano de la electricidad, el teléfono, el automóvil, el cinematógrafo, la prensa, la radio, el deporte, la moda y la publicidad, era un hecho incontestable en las principales avenidas de la España urbana de la época”.

Estas palabras del libro editado en 2018 del historiador Luis Enrique Otero sobre la Ciudad Moderna son plenamente adecuadas a la realidad de Palma de 1936. El auge de una primera ola turística en Ciutat y las mejoras en las condiciones de vida, hizo crecer una comunidad de personas y personajes que le daban un aire cosmopolita, sobretodo a los barrios de El Terreno y la Bonanova, pero también al mismo centro histórico. Una burguesía industrial creciente, una clase trabajadora expansiva, la incorporación de la mujer y la presencia activa de personas de otros lugares de la isla, hacían de Palma una ciudad viva y dinámica.

Pasados los primeros meses del inicio de la guerra, la mayoría de ciudadanos intentaban continuar su vida cotidiana, aunque bajo una represión y un miedo generalizado que hizo desaparecer una buena parte de los actores e instituciones inherentes a la Segunda República.

En este mapa militar de 1936, inédito (cedido por la Doctora en Geografía por la UIB Dolores Ladaria), se ve como había crecido la ciudad desde que en 1900 se habían tumbado las murallas. Por la fachada marítima había crecido el puerto y los barrios de Santa Catalina, El Terreno y El Molinar; y en el interior de la ciudad, los barrios obreros de La Soledad y Els Hostalets, así como los incipientes barrios cercanos a las vías del ferrocarril de los núcleos próximos a las Avenidas, como Arxiduc o la plaza Francesc García Orell (popularmente conocida como la plaza de las Columnas).

Las grandes possessions que abastecían la ciudad continuaban sin urbanizar; las distancias eran grandes y el tranvía crecería hasta crear una red que, sólo en el año 1939, transportó 14 millones de pasajeros. Comparados con los 40 millones de viajeros que transportó la EMT en 2016, es una cifra considerable.

Si bien es cierto que la construcción de edificios e infraestructuras institucionales fue lenta y escalonada, las nuevas autoridades políticas dieron forma a un conjunto de obras públicas que sirvieron para dar ocupación a un importante grueso poblacional que sufría de forma directa las consecuencias de la posguerra: parados que no tenían ningún tipo de seguro y que buscaban, como fuera, una salida laboral en un contexto de hambre y angustia.

La española era, en el transcurso de la Guerra Civil, una economía de guerra en la que los dos bandos habían dirigido los recursos estratégicos de las empresas privadas al servicio de su causa. Un ejemplo paradigmático es el de Salinera Española, empresa mallorquina con explotaciones en las Pitiusas y Andalucía. El industrial Manuel Salas Sureda fue el principal propietario de la empresa: líder del partido Maurista, fue el gran adversario de Joan March durante mucho tiempo. Ahora, daba su apoyo a Franco: las fuerzas rebeldes eran, según él, “la única esperanza fundada de un cambio en todo lo constituido, que habrá de permitir seguramente a nuestra compañía el desarrollo de sus actividades como conviene”. Según recoge el historiador Tomeu Canyelles en el libro “Grano a grano. Historia de Salinera Española (1871-2015)”, las pocas sales que se extrajeron de aquellas explotaciones fueron destinadas al abastecimiento de los frentes rebeldes en la Península, al mismo tiempo que las fábricas de Ibiza y Andalucía eran requisadas para hacer un uso militar.

La vida cultural, la literatura, la música o la pintura estaban dirigidas a legitimar la filosofía fascista del nuevo régimen. El franquismo, con la connivencia de la Iglesia católica, generó nuevos mecanismos de represión y control de la población en unos momentos en los que la cultura en catalán, euskera o gallego había quedado socialmente anulada, exceptuando los aspectos folclóricos que, como no revestían ninguna amenaza política,  se utilizaron como muestra de la gran variedad cultural de España. El ocio de la ciudad seguirá alrededor de las afecciones que ya agrupaban a mucha gente durante la Segunda República como el ciclismo, los espectáculos de tauromaquia, el teatro, el cine y el fútbol, pero también la natación, el frontón y las carreras de perros y de caballos.

El ciclismo era, muy probablemente, la actividad deportiva más popular de Ciutat, con el velódromo del Tirador como principal punto de encuentro para los amantes de este deporte. Según el historiador Manuel García, durante la Guerra Civil el ciclismo – como el resto de deportes- estuvo prácticamente paralizado.

La radio, que fue creciendo en número de aparatos llegando a unos cinco mil a finales de los años treinta, será el medio más idóneo para transmitir las principales consignas del momento. La radio se había convertido en el medio más rápido y eficaz que tenían los militares para llamar a los hombres a filas, para explicar como actuar frente a una alarma y, en definitiva, para dar las directrices a la sociedad civil. Radio Mallorca se convirtió en una de las principales infraestructuras informativas que conectaban los poderes civil y militar con la población civil.

Por lo que respecta a la religión, la Iglesia había conseguido alinearse con el poder político y convertirse en un importante elemento de control social: las campanas de las iglesias volvían a tocar intensamente, especialmente el 4 de octubre de 1936 cuando se había leído desde el balcón del Ayuntamiento que Franco pasaba a ser el presidente del Gobierno Nacional de Burgos y el único dirigente del nuevo régimen. Desde este día, Palma, como muchas otras ciudades y pueblos de España, estaría sometida a su poder. Empezaría una etapa marcada durante mucho tiempo por la personalidad y las estrategias del general Franco, “Caudillo de España por la gracia de Dios”. Un liderazgo que, como los otros dos líderes fascistas de su tiempo, Hitler y Mussolini, se caracterizaba por su determinación en la persecución y anulación política, económica, social y cultural de sus adversarios.

El recientemente galardonado Premio Nacional de Historia, Enrique Moradiellos, en la biografía “Franco. Anatomia de un dictador”, aporta una idea muy completa de su personalidad política y de sus gestas militares. Franco era, sobretodo, un militar que, en un libro que él mismo publicó en 1922, “Marruecos, diario de una bandera”, explicaba así su manera de hacer la guerra: “A mediodía consigo autorización del general para castigar a los poblados de que partió la reacción, desde los que el enemiga nos hostiliza. La empresa es difícil y bonita…. Mientras una sección, rompiendo el fuego sobre las casas, protege la maniobra, se descuelga otra por un pequeño cortado y rodeando los poblados, pasa a cuchillo a sus habitantes. Las llamas se levantan de los techos de las viviendas y los legionarios persiguen a sus moradores”.

Moradiellos también nos cuenta como, unos años más tarde, en el otoño de 1938, prácticamente asegurada la victoria, Franco recordaba su experiencia africana: “Mis años de Africa viven en mi con indecible fuerza. Allí nació la posibilidad de rescate de la España grande. Allí se formó el ideal que hoy nos redime. Sin África, yo apenas puedo explicarme a mi mismo, ni me explico cumplidamente a los compañeros de armas.”

La vida en Palma bajo la Guerra Civil, marcada ya por el franquismo, no era fácil para muchos ciudadanos a causa de los problemas económicos que provocó: la situación llegó a ser desesperada para todas aquellas personas que, ahora, formaban parte del bando vencido. Miles de palmesanos y palmesanas fueron represaliados, mientras el silencio y el miedo dominaban buena parte de la vida de Ciutat.

Revisat per

Tomeu Canyelles Canyelles

Historiador y divulgador cultural. Doctor en historia por la UIB y Máster en Comunicación por el CESAG. Es miembro de la Secretaría y del Consejo Ejecutivo del CEDOC de la Universitat de les Illes Balears, donde ha coordinador diferentes proyectos R+D. Es autor de los libros Breu història del punk a Mallorca (2014), Els picadors mallorquins. Seductors i seduïts durant el boom turístic (2015), la biografia Bonet de Sant Pere. El duc del swing (2015), L’Illa Desvestida. Moralitat contra nuesa a les platges mallorquines (2016) o Bellver, presó franquista (2018; con Aina Ferrero-Horrach), entre otros.

Fonts consultades:

Referencias bibliográficas

 

Canyelles Tomeu. Grano a Grano. Historia de la Salinera Española. 1871-2015. Editat per Lleonard Muntaner, 2015.

Ferra –Ponç, Damià. Cultura i Política a Mallorca.Editat pel Consell de Mallorca, 2006.

Garcia Gargallo, Manuel. El velòdrom del Tirador. Editat per Illa, 2018.

Moradiellos, Enrique. Franco. Anatomia de un dictador. Ed. Turner Noema.

Otero Carvajal, Luis Enrique y otros. La Ciudad Moderna. Edit. Catarata. 2018.

 

Referencias en págines web

Historia de la radio en Mallorca: https://www.cesag.org/ghcs/tempsdecomunicar/?p=145

 

Imagen de cabecera

Celebración del día del alzamiento militar (18 julio 1938). Arxiu Casa Vila, en el libro «Palma 1936-1983» de Xavier del Hoyo i Arnau Company.