De la ciudad romana a la ciudad moderna
El siglo XIX inicia el proceso modernizador de la Ciutat

El siglo XIX inicia el proceso modernizador de la Ciutat

Palma empieza el siglo XIX decidida a entrar en el proceso modernizador que afectará a todos los órdenes de la vida, impulsado por la Industrialización y la Ilustración. Esta dinámica afecta a Europa y, más tarde, a España, reforzada por la Revolución Francesa de 1789.

La guerra política entre los partidarios de la Revolución Francesa que pugnan por una constitución democrática se enfrentarán primero con los absolutistas que quieren mantener la monarquía absolutista y después a los conservadores, partidarios de una constitución monárquica con restricciones democráticas, al que se ha denominado despotismo ilustrado que llegará más tarde a España.

A principios de siglo, Palma acogerá en el Castillo de Bellver a un destacado ilustrado de la polítca española, víctima de la reacción de las fuerzas absolutistas: Gaspar M. de Jovellanos. Su estancia en Palma se prolongará más de seis años y dejará interesantes reflexiones que se pueden ver de primera mano en la exposición que hay en el mismo castillo.

Palma será víctima también de los efectos colaterals de la Guerra de la Independencia o Guerra del Francés, que afectó a toda España desde 1802 hasta el 1814. La confrontación contra las tropas napoleónicas y sus defensores se extendió por toda la península e hizo que muchas personas se refugiaran en Palma, puesto que Baleares quedó fuera del conflicto.

Se cree que unas 40.000 personas se refugiaron en Palma a lo largo de unos siete años, cantidad enorme de personas teniendo en cuenta que la población de Palma en aquellos tiempos no sobrepasaba los 30.000 habitantes. Aparte de los cambios importantes en la vida cotidiana de la ciudad, muchas fincas urbanas tuvieron que levantar nuevos pisos para poder acoger a aquella multitud que se acomodaba como podía, en casas privadas, en fondes, hostales improvisados, etc. La ciudad creció verticalmente.

La Guerra de la Independencia impulsó un movimiento nacionalista y progresista que desembocó el 1812 en la primera constitución democrática de España -heredera de la francesa- constitución que provocó grandes cambios en el ordenamiento jurídico y también en la configuración del poder municipal. La lucha entre conservadores y liberales, entre tradicionalistas y progresistas durará todo el siglo XIX y parte del XX.

Con la nueva constitución española, el Ayuntamiento de Palma inició su ruta hacia una democracia llena, con muchos obstáculos que se irán dirimiendo a lo largo del siglo XIX. El antiguo régimen municipal que llegaba a toda la isla, se desglosó en el poder municipal de otros pueblos y el nacimiento de la Diputación Provincial de Baleares, como órgano de gobierno de toda Mallorca y también de las otras islas.

Obviamente, se trata de un tiempo de gran dinamismo social y económico por parte de sectores progresistas y democráticos, grupos que tenían una gran capacidad de sociabilidad, como se puede constatar con la red de casinos, ateneos y círculos que se fundaron durante estos años, entre los cuales excedieron el Círculo Mallorquín y el Ateneo Balear.

Las entidades de protección mutua también emergieron a mitad del siglo XIX. Entre ellas es interesante remarcar La Protección, que fue fundada por un importante grupo de xuetes (judíos conversos). También pasó lo mismo con la entidad asociativa de carácter cultural llamada Casino de la Paz en la que prácticamente todos sus socios eran xuetes.

Estas manifestaciones sociales nos demuestran que el grupo de xuetes seguía teniendo una vida social diferenciada pero al mismo tiempo se muestra su voluntad de ejercer los derechos y las reivindicaciones sociales en el mismo nivel de igualdad que en los otros grupos.

Esta metamorfosis de la ciudad antes del cambio de régimen progresista de 1868, fue acompañada de la creación de servicios públicos y de espacios de ocio. El 1857 empezaba el servicio municipal de coches fúnebres; se construyó la plaza de toros (1858) y los cementerios en Génova (1859) y la Vileta (1860); se levantó la importante Casa de la Misericordia y se renovó el Teatro de la Princesa, hasta acontecer el Teatro Principal que hoy conocemos.

Junto a estos centros culturales, de ocio o de beneficencia surgieron también una serie de cafés y tascas, cafés cantantes y locales urbanos que son evidencia de la existencia de una vida asociativa y de una vitalidad clara, sobre todo una vez la ciudad contó con alumbrado público y un servicio de “serenos” estable.

El nacimiento de la banca y de las cajas de ahorro fue a mitad del siglo XIX una actividad intensa, puesto que Palma no fue una ciudad ajena al negocio bancario, especialmente cuando se repatriaban capitales de centroamerica cuando el problema de las colonias empezó a hacerse evidente.

Entendemos la ciudad como un ser vivo, en movimiento constante y en permanente estado de renovación. Aquello que varía respecto al pasado es el ritmo, cada vez mes rápido, y el perfil de los cambios.

Si miramos a la ciudad de Palma de aquellos años, se observan también novedades relevantes desde el comienzo del XIX, con la construcción del Jardín Botánico; el derribo de la Casa de la Inquisición; la reforma de la Plaza de Santa Eulàlia, o el Borne (1820) y el Paseo de la Rambla (1827), el que había sido el cauce de Sa Riera.

Es interesante observar como el Paseo del Borne, a pesar de sus reformas hasta su estado actual, fue prácticamente durante 200 años el paseo ciudadano más emblemático. Hace muy poco hemos visto la instalación de cafeterías en medio del paseo, acción que desencadenó una multitud de debates incluido un referéndum municipal. A nuestro entender el Borne ha perdido su personalidad y de rebote la ciudad también.

Las desamortizaciones entre 1836 y 1860 afectaron a un conjunto importante de edificios religiosos y en definitiva a toda la ciudad que, por su importancia, trataremos en el capítulo siguiente.

Desde el 1812 donde empieza la nueva vida municipal hasta la Primera República el 1873, Palma tendrà hasta 43 alcaldes, la mayoría de ellos conservadores con algunos de liberales. Entre los objetivos de los consistorios liberales  tenemos que destacar la normalización del cobro de impuestos, la desecación del Plano de Sant Jordi; el empedrado y alumbrado de las calles, la policía y el orden público y el cumplimiento de las normas económicas de los nuevos mercados, puesto que los gremios dejan de controlar los mercados, estos pasan a ser espacios municipales y públicos.

Aun así, los mismos sectores emprendedores y progresistas optaron por invertir en los barrios de extramuros. Un ejemplo conocido es el de la fábrica de Can Ribes en La Soledat, que llegó a tener más de 400 empleados. La ciudad crece siguiendo las carreteras de Llucmajor, Manacor e Inca, con fábricas y barrios obreros.

La ciudad crecía a un ritmo lento, puesto que en el 1787 tenía unos 30.000 habitantes, el 1838 unos 40.000 y a final de siglo unos 63.000. En los núcleos de población más antiguos, como la Indioteria, Establiments y Son Sardina, se le añadían nuevas barriadas residenciales de veraneo o semiurbanas, como la Vileta, Son Rapinya, Portopí, y sobre todo a El Terreno –con casas de veraneo burguesas-, o el Molinar –con casetas de veraneo populares.

El crecimiento del barrio de El Terreno fue primeramente impulsado por la burguesía de la ciudad y más tarde, fue “puesto de moda” por la colonia extranjera, aun así no contó con la voluntad mayoritaria de los propietarios de abandonar los casales tradicionales de la ciudad antigua.

Santa Catalina creció entre 1868 y 1896 cuando definitivamente se aprobó el plan de ensanche; lo hizo acompañada del Camp de’n Serralta (1871) y Son Espanyolet. Otras barriadas más lejanas como Sant Jordi, Coll d’En Rabassa y Génova también lo harán a finales del XIX.

La higiene pública de la ciudad fue uno de los principales objetivos durante todo el siglo XIX: proyectos de construcción de barriadas enteras destinadas a las clases populares obreras, la canalización y la distribución del agua y la creación de otros servicios públicos.

La atención sanitaria y social sufrieron importantes transformaciones en aquella época. Al hacerse cargo la Diputación del Hospital General en 1840 mejoró su funcionamiento y solidez.

La epidemia de cólera de 1865, dio pie a la primera crisis sanitaria intensa que sucedió en Mallorca. Murieron 8.200 personas. Había dejado muy tocadas las instituciones públicas ya que sus representantes y sectores relevantes de los profesionales liberales no habían estado a la altura de las exigencias del problema, excepto el alcalde de Palma, Miquel Estade y Sabater.

También lo hizo el Hospicio de la Misericordia que tenía una capacidad para internar a más de 1.000 personas y que en 1882 había acabado una transformación que había durado mucho tiempo y dotaba a la ciudad de un servicio más moderno. Por último, la Inclusa, la casa de acogida para unos 200 niños huérfanos situada en la calle de los Olmos, fue mejorando su situación financiera, hasta que entrado el siglo XX se creó el Hogar de la Infancia, en la calle General Riera.

Palma era todavía una ciudad con muchos de déficits. Con barrios y hostales con índice de prostitución elevados; la zona portuaria con hostales para los viajeros, marineros y recepción del mundo portuario; con carencia de infraestructuras educativas e infraestructuras penitenciarias deficientes. Para agravar más la situación algunas instituciones educativas tradicionales desaparecieron o entraron en crisis: el Instituto Balear, la Crianza, la Pureza, la Consolación, etc.

En los próximos capítulos hablaremos de dos hechos históricos del siglo XIX que fueron muy relevantes para Palma. Uno fue el impacto de las desamortizaciones que cambiaron muchos edificios centenarios para abrir nuevos espacios. Otro fue la revolución de 1868 que dio pie a la primera república y a cambios importantes en la ciudad.[:]

Revisat per

Pere Fullana Puigserver

Nota importante: El autor del texto es el colectivo “Palma XXI”. La persona que hace la revisión no tiene porque coincidir totalmente con las ideas que expresa el autor.

 

Doctor en Geografia e Historia, por la Universidad de les Illes Balears (1991), licenciado en Historia de la Iglesia, por la Pontifícia Universidad Gregoriana de Roma y diplomado en Archivística, en el Archivo Secreto del Vaticano. Ha sido director de la Gran Enciclopèdia de Mallorca (1992-2002), ha realizado incursiones temporales en el mundo de la gestión pública como director general de Relaciones Institucionales y de Presidéncia del Govern (1999-2003) y del Consell de Mallorca (2007-2011). Su investigación se ha centrado en la historia social, cultural y religiosa de los siglos XIX y XX, temática sobre la cual ha publicado diversas obras. Es profesor de Historia de la Educación Social en la UIB, director del Archivo Capitular de Mallorca, y director de la revista Lluc.

Fonts consultades:

Referencias bibliográficas

  • Bartomeu Bestard: La vida palmesana durante la Guerra de la Independencia (1808–1814) / primera  y segunda parte. http://www.diariodemallorca.es/palma/2012/07/29/vida-palmesana-durante-guerra-independencia-18081814–primera-parte/783391.html
  • Pere Fullana Puigserver. La conmemoración del Año Jovellanista. Boletín jovellanista, ISSN 1696-1226, Nº. 9, 2009, págs. 113-118
  • Pere Fullana i Puigserver.Mallorca durant el segle XIX (1808-1868).Col·lecció:    Quaderns d’Història Contemporània de les Balears
  • Isabel Molll. L’Ajuntament de Palma a l’època constitucional. 1812-1917. 750 anys de govern municipal. Ajuntament de Palma. 2000.
  • Aina Pascual , Coordinació. Historia dels serveis socials de Mallorca. Consell de Mallorca 2010
  • Fotografía de capçelera per: B. Reus

Referencias en páginas web.