Ojo con los ‘Likes’

Ojo con los ‘Likes’

Ojo con los ‘Likes’

Il·lustració: Toni Salvà.

Cuando a Don Quijote de la Mancha y a su escudero Sancho les hacen creer que una cabeza de bronce habla y razona, o cuando los argonautas crean un perro autómata para custodiar sus naves o también cuando siendo niños jugamos con marionetas de madera creyéndolas vivas no imaginábamos que relatos, mitos y cuentos se deformarían para modelar este vigilante siglo XXI. Ha sido un virus el encargado de que estemos empezando a abrir los ojos ante el ADN de un nuevo capítulo de la historia: el poli malo de la tecnología.

De retorno al aislamiento, al encierro involuntario, somos vagabundos en unas ciudades que nos son ajenas. Salimos para estirarnos, enmascarados para protegernos, avanzamos cabizbajos porque apenas hay destellos de vida en la ciudad, cerrada, liquidada, en traspaso, en venta, cansada y enferma. Tanto es así que a la vuelta del aliviadero fantasmagórico de ese remedo de paseo, estamos deseando volver al encierro de nuestras casas-pantallas.
Los autómatas en que nos hemos convertido nos retiramos el antifaz de una mascarilla quirúrgica para poder seguir digitalizando nuestra vida nada más llegar a casa. Nos espera revisar los ‘Me gusta’ que nos han dejado los otros autómatas a nuestra última parodia de comunicación.

Pero debemos estar atentos. Cada vez que abrimos nuestro teléfono móvil con la huella digital estamos regalando nuestra intimidad a empresas privadas. En cada conversación, clase o tutorial a través de plataformas como Zoom nuestra vida privada se va a las sofisticadas vísceras de multinacionales como Amazom, Apple o Google que reinvertirán en vendernos todo lo inimaginable.
Somos habitantes del músculo de los algoritmos porque gracias a los datos que les hemos regalado los convierten a través de operaciones matemáticas en millonarios beneficios para las grandes corporaciones, siempre a costa del empobrecimiento de lo público y de dejar en los huesos a nuestra intimidad. Ponga un ‘Like’ en su vida y ya verá.

“Los algoritmos son hoy un espacio de mediación continuo entre humanos y máquinas. Muchas de las actividades humanas hoy en día se rigen en las operaciones llevadas a cabo por algoritmos que
analizan nuestros movimientos urbanos, nuestras búsquedas en los motores de búsqueda, con quién
nos relacionamos en las redes sociales, lo que nos gusta o no en términos gastronómicos, estéticos y
de diversión. Los algoritmos son la matriz constitutiva del presente en nuestra práctica de vida
diaria no sólo hacia el espacio tecnológico, sino respecto al espacio social en su conjunto”, apuntó años atrás Leo Carrubba, y recogido en el brillante artículo de Eurídice Cabañes ¿La dictadura del algoritmo? Ambos proceden del ámbito de las Artes y la Filosofía. Han creado Arsgames donde se proponen alternativas a estas tecnologías extractivas de datos que favorecen, entre otros, la vigilancia extrema encubierta de buen rollito y una amplia oferta que satisface deseos. ¿Nuestros?

Hace años un robot ganó al jugador de ajedrez mejor del mundo Gasparov. Deep Blue se llamó ese ser creado por IBM. La máquina ganó al ser humano. Hace unos años, un robot se presentó a las elecciones para hacerse con la alcaldía de un distrito de Tokyo. Quería acabar con la corrupción. No ganó pero se alzó con la tercera posición. ¿Quién estaba detrás de ese candidato que les aseguró a sus votantes llevar a cabo la voluntad del pueblo? Pues ese autómata creado por IA estaba pagado por Tetsuzo Matsuda, vicepresidente del proveedor de servicios móviles Softbank, y por Norio Murakami, ex trabajador de Google en Japón. Como éste, encontraríamos cientos de ejemplos. Seguir la pista al dinero. Seguir la pista a los datos. ¿Quién sigue y persigue al autómata? Un ser humano lleno de poder y codicia. ¿Le vas a dar un ‘Like’?

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