Vendedores de humo

Vendedores de humo

Vendedores de humo

Il·lustració: Toni Salvà.

Mientras en las pantallas, que es donde transcurre la vida de un tiempo a esta parte, se anuncian remedios de autoayuda, espacios de reflexión colectiva, meditaciones y asanas, a los que añadir esas personas que te hablan de tú a tú con peroratas de diván, en la calle he visto a un vendedor de biblias. Un hombre negro vocifera a los cuatro vientos en un inglés denso, mascado, a saber qué sortilegios a la vez que alza su brazo izquierdo con un ejemplar de Holy Bible. Me siento en New Orleans. Ciudadana del mundo.

La fe irrumpe dispuesta a fortalecer las membranas más débiles cuando el músculo del raciocinio anda cabizbajo, perdiendo fuerza, lánguido. Estamos en tiempos inciertos y qué mejor madero que lo intangible que fabricamos en nuestra cabeza para consolarnos. Es tiempo de predicadores. Me siento en el cine de mis recuerdos y veo a aquel jinete pálido, “y yo miré y contemplé un caballo pálido. Y el nombre de su jinete era muerte y el infierno le seguía”, porque hoy me siento también ciudadana del desierto americano, de aquel Far West, de distancias cortas, de manos callosas, de supervivencia, de instinto puro. De seres salidos de las tinieblas como el vendedor de biblias de la esquina. ¿Estará leyendo el Apocalipsis?

Cada uno se acomoda al credo que más le conviene en cuanto nos asola una pandemia como la que estamos padeciendo. Los grupos de negacionistas que denostan la ciencia y niegan las evidencias de este virus como del cambio climático, o los conspiranoicos que se autoalimentan con unas teorías que siguen sin poder demostrar; sumar a los antivacunas, paralizados por el temor irracional de unas estadísticas mínimas que suponen los efectos adversos frente a los positivos. ¿Quién nos vacunará del miedo? ¿Existe antídoto frente al temor tan humano que nos ha venido a ver como ese caballo del Apocalipsis desde hace poco más de un año?

Fe y razón. Ciencia, prueba, error. Cada cual que se afirme al credo que más le conforte solo que ojito, los vendedores de humo andan sueltos y son muy contagiosos. Yo doy mi voto a la ciencia y a la vida. Hoy me vacuno. 

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