Rayuelas descompuestas

Rayuelas descompuestas

Ilustración: Toni Salvà.

Como tantos de mi generación fui tocada por Rayuela, la novela de Julio Cortázar. Después de leerla, buscaba rayuelas en Palma; también en las ciudades del mundo. Las encontré en pocas ocasiones y cuando así pasaba, era una fiesta. ¿Quién no hubiera celebrado llegar al cielo tras haber sorteado a la pata coja los nueve cuadritos que conforman la rayuela? Es un juego de niñas, básicamente, que ya no se juega pero su dibujo hecho con tiza sobre el suelo de los patios de colegio, en las calles sin coches, se ve nítido en mi recuerdo ahora que la libertad de movimientos se está restringiendo, y apenas nadie se acuerda de las rayuelas. 

Este juego infantil le sirvió a Cortázar para ir dando patadas al tejo o piedrita de la escritura y dibujar unos personajes que se movían por un París que hoy está en toque de queda. La Maga y Horacio se encontraban en los puentes de la ciudad francesa a cualquier hora, dando saltitos de casilla en casilla, muchas veces llenos de dolor porque alguno se pasaba de la raya. Ella, además, solía romper los puentes. 

«Lo que no entendemos es porqué eso tiene que suceder así, porqué nosotros estamos aquí y afuera está lloviendo. Lo absurdo no son las cosas, lo absurdo es que las cosas estén ahí y las sintamos como absurdas. A mí se me escapa la relación que hay entre yo y esto que me está pasando en este momento. No te niego que me esté pasando. Vaya si me pasa. Y eso es lo absurdo». 

Lo escribió Cortázar y no hablaba de mecánica cuántica aunque estoy segura que Julio entendía perfectamente cosas como el principio de incertidumbre de Heinseberg porque buena parte de su narrativa está llena de esas ‘paradojas’ en las que el acto mismo de observar cambia lo que se está observando. Él fue un maestro en escribir sobre los juegos del revés.

La “contranovela”, como llamó Cortázar a su Rayuela, se publicó en 1963. Hoy resulta del todo vigente. Vivimos en el absurdo, dando saltos de casilla en casilla sin entender porqué no nos dejan pisar la raya cuando muchos se las están saltando. El niño que todos llevamos dentro entiende que esas rayitas del suelo son fronteras que me separan del otro niño que está enfrente y que han trazado los mayores para protegernos, pero los niños que hemos olvidado ser no entienden, ni tienen porqué hacerlo, que unos se pasen de la casilla y haciendo trampas lleguen al cielo. 

Cómo explicarles a los niños que entran al colegio por la puerta de atrás, que el patio se ha convertido en un mapa lleno de rayas que, al igual que las que dibujan los estrategas del mundo para separar países, dividir familias, sembrar odios, les distancian de sus amigos. Habrá que contarles el principio de Heinseberg y así observando esa irritante línea divisoria en el suelo, los niños verán una rayuela que les lleva al cielo.

6 thoughts on “Rayuelas descompuestas”

  1. José Luis dice:

    Bravo. Me encanta !!

    1. Lourdes Duran dice:

      Gracias…. Y disculpa por el retraso en contestar. Lo ví hoy!

  2. Leonor Taboada dice:

    Cada dia aciertas más con tus textos. Ayer volví a comprar Rayuela

    1. Lourdes Duran dice:

      Aja, qué recuerdos el amigo Cronopio….. Queremos tanto a Julio! Gracias Leo

  3. Margalida Fuster dice:

    Molt hermòs!!!!

    1. Lourdes Duran dice:

      Gràcies i disculpa el retard!!!

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