Otro 8M con publicidad sexista

Otro 8M con publicidad sexista

Otro 8M con publicidad sexista

Ilustración: Toni Salvà.

Buscaba a un esclavo que escapó de sus cadenas y escribió el primer anuncio publicitario de la historia. Ofreció una moneda de oro a quien “lo devuelva a la tienda de Hapú, el tejedor, donde se venden las más hermosas telas al gusto de cada uno”. Sucedió en Tebas, 3000 años a.C. Hoy, en 2021, en el primer aniversario de la pandemia en que nos confinaron para librarnos de un virus díscolo y mutante, somos todos esclavos de la publicidad.

Todo es susceptible de ser vendido y comprado. Entre el deseo y la necesidad una trama sutil se urde con palabras e imágenes para propiciar un consumo que incluso en la actual crisis no cesa ni un parpadeo. Todo el que quiere vender aprovecha cualquier resquicio para tentar a su presa como hizo aquel comerciante egipcio.

Cuando el mundo cambió a lomos de la máquina de vapor y se produjo un éxodo del campo a las primeras urbes otra máquina más poderosa quedó engrasada para siempre: el consumo. Aquellos harapientos campesinos que ni escribir ni leer sabían fueron los primeros clientes de un ávido mercado que hoy nos vende todo a golpe de un clic. De aquellos libellus, padres de los carteles que gracias a Gutenberg y su prodigioso invento de la imprenta se multiplicaron por el mundo, nació el oficio de publicista. La publicidad creció al compás del latido del crecimiento de las ciudades.

Antes que eso se vocearon los productos porque todo lo que sea susceptible de ser comercializado debe ser contado, descrito, dibujado, cantado: publicitado. De la misma manera que aún existen restaurantes cuyas cartas o menús son cantadas por el camarero o el mesero. Son los resistentes rapsodas a las tabletas que usan los camareros con el pinganillo prendido en restaurantes de moda, aunque también la pandemia los ha barrido y sustituido por un dibujo en blanco y negro, el código QR, una huella, una marca, en nuestros dispositivos. Más publicidad.

Se considera al inglés David Ogilvy el padre de la publicidad. Debió nacer con una especial habilidad para vender ya que antes de marchar a Estados Unidos, tras su paso por las cocinas del hotel Majestic en París, se dedicó a vender estufas de cocina puerta a puerta en Gales. El éxito se saldó con el encargo de que escribiera un manual de instrucciones. Sería el canon de futuros publicistas. Pues entre algunas de las frases que ha dejado en sus escritos, me quedo con ésta: “Nunca hagas un anuncio que no quisieras que viese tu propia familia”.

Esta semana se ha vuelto a celebrar el 8M, el Día Internacional de la Mujer dedicado a vindicar el derecho de las mujeres, recordar las infinitas desigualdades entre nosotras y los hombres y clamar por un cambio de modelo. Iba paseando por Palma, y ni uno ni dos ni tres, sino unos cuantos carteles publicitarios me sacudieron las entrañas. Tiendas de ropa, comercios de productos para el cuidado del cuerpo, clínicas de adelgazamiento y algún que otro colmado se presentaban con el señuelo de mujeres, algunas semivestidas, con el culo en pompa, mostrando que no hay celulitis que se te resista si entras en esa clínica y te sometes a su dieta. O como un negocio de productos para muscular tu cuerpo que, siendo mayoritarios sus clientes hombres, se sirve de una gran fotografía de una mujer en mallas.

La Facua-Consumidores en Acció, la ong que vela por los derechos de los consumidores, lleva unos años poniendo el foco en los anuncios sexistas. En 2019 se llevaron la palma El Corte Inglés y su anuncio para el Día de la Madre en el que se leía: “100% madre, 97% entregada, 3% egoísmo, 0% quejas”. Solo les faltó añadir, entre líneas, ‘y con la pata quebrada’.

El anuncio de la Junta de Andalucía que hace años se usó para denunciar la violencia de género fue una vergüenza. Se veía a una mujer joven, sonriente, con el teléfono móvil en su mano, y esta frase: “Ella ha sufrido malos tratos pero la vida siempre es más fuerte”. ¿Una mujer apalizada, violada, maltratada, ninguneada, sale así, con esa imagen risueña? ¿Una institución pública frivolizando con las víctimas de otra pandemia, la violencia de género?

Son miles, millones, los anuncios que presentan a las mujeres bajo el paraguas de roles sexistas, de estereotipos que no cada 8 de marzo, sino cada día, debemos denunciar. Son millones los ojos, los oídos, que ven y escuchan esos carteles, esas pantallas digitales, esas cuñas publicitarias. ¿Usted lo compra? Yo no. La publicidad también debe educar.

2 thoughts on “Otro 8M con publicidad sexista”

  1. Cris Planchuelo dice:

    Fantástico, Lourdes, como siempre. Excelente reflexión.

  2. Lourdes dice:

    Aún tanto por lo que luchar! Gracias amiga

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